La Tierra está poblada de ángeles.

Ella salió de la habitación llorando. No podía ser, o más bien, no se lo podía creer. Se sentó en  una silla con la cabeza mirando para abajo.
Hace unos meses no creía en los ángeles, y él no solo había hecho que creyese en ellos, si no que había hecho que conociese a uno. Uno del que se había enamorado e ido.
Porque claro, ¿cómo una persona no iba a enamorarse de una criatura tan perfecta?